20 julio, 2009

Niños prodigio venezolanos


Una niña que desde los 10 años ya tocaba en la orquesta regional de Barquisimeto, mientras que otra a los 9 patenta un algoritmo para realizar multiplicaciones. Estos son los casos de Angélica Olivo y Perla Vanessa Parra, 2 niñas prodigio venezolanas.

Angélica Olivo

La música en su vida. Cuando estaba próxima a cumplir los 10 años, Angélica Olivo acompañó a su padre, profesor de guitarra clásica del Conservatorio Vicente Emilio Sojo de Barquisimeto, a un concierto de música académica. En esa presentación, Olivo descubrió lo sorprendente de ese mundo. Días después, paseando con sus representantes, tuvo un primer encuentro cercano con el violín, instrumento que no sabía como se llamaba. "Me impresionó lo antiguo que se veía. Yo le preguntaba a mi papá si ese era `el que estaba de primerito en la orquesta". Me lo compró y así comencé las clases".

Los primeros años de estudio de Angélica Olivo transcurrieron en el conservatorio de Barquisimeto con el profesor Francisco Díaz, quien le impartía clases de teoría. Allá formó parte de la orquesta regional. Díaz, consciente del talento de la joven, coordinó una audición en Caracas, donde estuvieron presentes José Antonio Abreu y José Francisco Del Castillo --director de la Academia Latinoamericana de Violín. Al culminar, los presentes le ofrecieron una beca para estudiar en el instituto liderado por Del Castillo.

Esta beca implicaba grandes cosas para una niña de sólo 12 años.



La dicha de tener la oportunidad de ver clases en la escuela de violín más importante de Latinoamérica, hacia que valieran la pena los sacrificios que esto implicaba: sostener sus estudios de educación básica, mientras también acudía a las clases en el conservatorio, a los ensayos en la orquesta regional y, como si fuera poco, tenía que viajar a Caracas un día a la semana, en compañía de un agente de seguridad del Sistema --sus padres debían cumplir con sus obligaciones-- para recibir sus clases con el maestro Del Castillo.
La vida de una violinista. Desde hace dos años, la familia Olivo León se mudó a San Antonio de los Altos para darle todo el apoyo necesario a la joven violinista. Al mudarse a la región capital, ingresó de inmediato a la Orquesta Teresa Carreño, por petición del maestro Abreu. Hoy en día, Olivo se desenvuelve como una profesional de la música. "Me paro como a las 6:30 de la mañana, desayuno y me pongo a estudiar música en mi casa, en el conservatorio o en la Academia. Todos los días, en las tardes, tengo ensayo de la Orquesta, excepto los domingos" (Fuente: Entorno Inteligente).

Perla Vanessa Parra
Dominar la operación matemática de la multiplicación no es tarea fácil. Se aprende con el método tradicional, ése según el cual hay que repetir una cifra tantas veces como indique el multiplicando para obtener el producto. Muchas pestañas quemadas hacen falta para dominar semejante técnica, sobre todo en la época en que tradicionalmente, que es en la niñez.
Pero Perla Vanessa Parra, una jovencita de once años nacida en Maturín, Estado Monagas, descubrió hace dos años que existe una manera más divertida de resolver las operaciones de multiplicación, por medio de un algoritmo que bautizó con su nombre y que permite hallar la solución con simples sumas.
Descubrimiento por casualidad Como suele suceder con los grandes descubrimientos científicos, esta entretenida manera de obtener el producto de una multiplicación "me llegó cómo sorpresa, yo no lo estaba buscando", asegura Perla Vanessa. La pequeña prodigio de la matemáticas cuenta que fue cuando tenía nueve años cuando dio con el Algoritmo Perla: "Estaba en mi casa practicando las tablas de multiplicar para un examen; practicando fue que me vino a la mente ese algoritmo, aunque al principio no sabía qué era lo que estaba haciendo. Mi mamá, que es profesora de matemática, lo vio y se sorprendió". Cuenta la jovencita que precisamente su madre le recomendó que no le dijera a nadie lo que había desarrollado, pero el ímpetu de haber dado con una fórmula útil pudo más que la obediencia: "Lo escribí en una hoja sin que mi mamá lo supiera y lo llevé a mi maestra; ella lo presentó en consejo de docentes porque le pareció muy interesante", y desde entonces se hizo público al punto que "está patentado con mi nombre", asegura Parra quien por esa iniciativa ha recibido una larga lista de premios académicos (Fuente: El Universal).
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